En una sociedad estresada, oprimida, agitada, confusa y carente de motivación, las aguas tumultuosas de la creciente crisis económica mundial, amenazan con romper la ilusión de comodidad, consumo y entretenimiento que nos ha mantenido conformados, cómodos, adormilados.
El dique está cediendo y amenaza con llevarse por delante además del hechizo de consumo y materialismo, a las pocas voces que han intentado levantarse en protesta, entre el murmullo conformado de la masa. Es tal la furia de los eventos y la intesidad con la que van a suceder, que probablemente ahoguen las esperanzas de cambio que un día algunos soñaron y por las que otros pocos se atrevieron a luchar.
Que nadie se engañe en este punto. Debemos deconstruir en su totalidad la falacia en la que se sustenta la depresión de la economía del pueblo. La idea de la ingenuidad del sistema o los errores en la arquitectura y logística del mismo, sustentan las explicaciones que articulan la indefensión de los incorformistas y sofocan las más que probables protestas de los que no soportan la presión e injusticia de los eventos.
continuar leyendo en: